domingo, 15 de marzo de 2009

LA LLEGADA DE JESÚS.Por Jassir Eljach

Tengo que admitir que el disfraz era fantástico. Por lo menos sus alas casi listas tiradas en el suelo, que era lo que estaba viendo cuando llegué donde Laura a eso de las seis de la tarde. Jesús estaba ultimando los detalles del vestuario que le aseguraría su gran noche. Algo así como una noche de despedida, según él me contó. Fue a cambiarse donde ella porque queda relativamente cerca del bar donde pensábamos ir esa noche. Laura es una amiga de nosotros de la universidad. Está un semestre atrás, pero desde siempre ha tenido una buena relación con Jesús. También estaba nuestra compañera de clases y amiga Ivana, con su cabello encendido y nariz respingada, cuyo papel era maquillar a Jesús. Carlos Andrés, hermano de Laura, estaba en la sala con nosotros ayudando a crear el sistema de agarre de las alas. Doña Cata, mamá de Laura, señora coquetona y muy conservada para sus años, de vez en cuando salía de su cuarto con cigarrillo en mano para elogiar el disfraz de Jesús.
-¿Por qué una noche de despedida?- pregunté.
-Ay, niño, porque yo el otro semestre pienso empezar a hacer mis prácticas y yo no puedo andar mariqueando por ahí. Si voy a pertenecer a una empresa tengo que conservar la imagen.
¡Cómo pasa el tiempo de rápido! Ya el próximo semestre estaremos en octavo y teníamos que pensar en nuestro perfil laboral. Han pasado tres años y medio desde que entramos a la universidad y me acuerdo perfectamente el día en que conocí a Jesús. Fue nuestro primer día de clases y estábamos en el Aula Máxima de Derecho de la Universidad de Cartagena, donde la decana y la directora de programa nos daban la bienvenida. La invitación era extensiva para los padres de familia, pero en el caso de Jesús, el mío y otros compañeros que somos de provincia, nos tocó asistir solos. En eso la decana pidió a algún alumno voluntario levantarse y hablar. Nadie. Al minuto se levantó un muchacho blanco de mandíbula triangular, nariz levemente retocada por cirugía plástica, labios delgados y párpados danzantes. Se llamaba Jesús Enrique Núñez Villoria, tenía 17 años y venía de Morroa, Sucre, tierra de hilos y hamacas. En realidad él nació en Maracaibo, Venezuela, pero su madre regresó y lo registraron en el municipio de Corozal, del cual es corregimiento Morroa. Allí creció con el amor pródigo de su madre Deyanira Villoria y la compañía de cuatro de sus 21 hermanos. Su padre, Rafael Octavo Núñez, se fue para Venezuela cuando Jesús tenía dos meses. Lo que pasó es que Rafael Octavo estaba en una pelea de gallos y su animal ganó. Su contrincante, que el pueblo lo recuerda como el difunto Celín, no quería pagar los seis millones de pesos de la apuesta. En la madrugada, después de la jornada gallística, Rafael Octavo llegó a la casa del difunto Celín y lo apuñaló.
De no haber Celín de por medio, Jesús se llamaría Rafael Noveno y no hubiera tenido que pasar 13 años divididos en infancia y pre adolescencia probándose los vestidos de sus hermanas a escondidas mientras su padre regresaba al pueblo. Cuando Jesús vio a su progenitor por primera vez, fue el día del padre. Rafael Octavo llegó a la casa de Deyanira Villoria para conocer al muchacho y ofrecerle su apellido. Entonces Jesús tenía el Villoria por delante. Estaba acostado en una fastuosa hamaca propia de su tierra cuando sintió que su madre lo llamaba.
-Jesús Enrique, allá está su papá.
Pero Jesús nunca quiso ese apellido. No quería tener sangre de un ser a sus ojos desalmado y capaz de matar a alguien. A la larga lo registraron nuevamente con el Núñez pero los resentimientos quedaron tan vigentes como la firma del notario. El segundo encuentro se dio cuando Jesús pasó en la Universidad de Cartagena en Comunicación Social. Supo que no contaría con recursos para sostenerse en Cartagena y fue a visitar a su padre Rafael Octavo con una frase pensada y madurada con cerebro rumiante.
-Vengo a decirle que lo voy a demandar.
Aparte de la demanda, Jesús recibió ayuda de la alcaldía de Corozal por haber pasado en la Universidad de Cartagena, además de representar a su pueblo en danzas folclóricas y grupos de teatro.
Así fue como él llegó a nosotros. Así fue como logró estar de pie con dignidad guerrera en el Aula Máxima de Derecho de la universidad, demostrando de entrada lo que era. De inmediato se escucharon murmullos y la gente lo miraba con cierta risa apretada detrás de los dientes. Había pisado Cartagena para quedarse. En sus cuadernos, en las sillas y los tableros escribía I wish be free, acompañado de una mariposa con sus alas extendidas. Ahora que veo en el suelo las alas emplumadas me doy cuenta de lo cerca que está de hacerse a su filosofía, a las palabras con que entró en nuestras vidas.
La estructura de las alas estaba hecha a base de alambres que fueron forrados por plumas y cadenetas navideñas tupidas plateadas. Mientras analizaba la genialidad con que había concebido el accesorio, se me dio por llamar a El Gordo. Él es uno de los tipos que se ubica frente a la universidad con una chaza donde vende cigarrillos, papas fritas, gaseosa y demás chucherías. En las noches trabaja como taxista hasta las cuatro de la mañana. Por eso lo llamé. Para que nos viniera a recoger a eso de las 10 de la noche.
Jesús se fue a bañar y a los 15 minutos salió con un hipster plateado – o sea un calzón-, se puso las sandalias romanas blancas y era el turno de Ivana de salir a la palestra con la magia de sus maquillajes. La base era algo blanca o plateada. Pegó una línea de brillantes en las cejas. En el pecho y el abdomen echó mano de un maquillaje que resaltaba notoriamente los músculos y los exageraba un tanto.
Mientras se ponía la aureola llegó Alfonso- también conocido como Rachel- y un amigo. Venían vestidos de negro y cuando vieron a Jesús, Fonchi dijo:
-Amiga, te ves regia.
Ivana nos maquilló a los demás rápidamente porque iban a ser las 10 de la noche y El Gordo no demoraría en llegar. Llegó entonces el momento de la pieza final, del Be free. Las alas. El disfraz le quedaba al pelo. Después de la obligada sesión fotográfica, salí a la puerta de la calle para esperar a El Gordo. En eso pasan dos señoras de faldas eternas con Biblia en mano y al verme maquillado me dijeron:
-Joven, Cristo te ama mucho y te bendice.
-Yo sé- me limité a responder.
No sé si con razón o no pero tienen bases históricas para decirme eso. Se cree que antes del cristianismo se empezó a celebrar estas fiestas por los antiguos celtas. El 31 de octubre hacían sacrificios al dios Samhain, señor del cielo y de la tierra que supuestamente ese día se reunía con todos los espíritus de los muertos. En el año 800, la iglesia romana intentó cristianizar esta celebración moviendo el día de todos los santos, que anteriormente era en el mes de mayo, al primero de noviembre. A este día se le llamaba en inglés "All Hallow's Day" y pronto se le abrevió a Halloween. El día anterior, hacían una fogata y se disfrazaban con pieles de animales para realizar los sacrificios humanos y engañar a los malos espíritus. Iban de casa en casa cantando y bailando. Estas costumbres se arraigaron en América en 1845 cuando los irlandeses, antiguos celtas, inundaron Nueva York. De ahí evolucionó hasta lo que es en nuestros días. Las iglesias cristianas se están unificando para hacerles guerra santa al Halloween. Por eso no me molestó tanto que las señoras evangélicas pensaran que yo quizás estuviera haciéndole culto a algún demonio sin que yo me diera cuenta.
El Gordo por fin llega y con él, la hora de la verdad. Jesús se tuvo que quitar las alas para poder entrar en el taxi. Yo las llevaba en el puesto delantero y él se fue atrás con Alfonso y su amigo.
Cuando llegamos a Studio 54, bar gay de la ciudad, todavía no había mucha gente. Los que habían llegado temprano no estaban disfrazados. Estábamos en la recepción esperando que Jesús se acomodara las alas para hacer su entrada triunfal. Pagamos el cover y en la barra de recepción había folletos gratuitos de turismo gay en Cartagena. Nos fuimos a la sección de música electrónica y minutos después aparecieron Erika disfrazada de princesa, Melissa de mariposa, Beatriz de rastafari, Jania de ratona, una prima de Erika disfrazada de diabla y una amiga de Beatriz disfrazada de coneja. Después apareció David disfrazado de indio. En la barra un señor vestido de blanco se le acercó a Jesús y lo reparó de pies a cabeza deteniéndose en el bulto de la tanga plateada. En seguida le comenzó a mandar Vodka. Todo el mundo tenía los ojos puestos en Jesús pero decir que ganaría el concurso de disfraces era muy prematuro.
Otros personajes fueron llegando. Había un par de tipos disfrazados de panzudos panaderos, regalando panes en forma de pene a la topa tolondra. Llegó Superman, Batichica, una despampanante policía, un gánster de los años 30 y hasta Penedicto 54, el papa de los homosexuales.
La noche transcurría sin nada que no me hubiera podido imaginar antes de entrar al bar. Hombres con hombres y mujeres con mujeres por todas partes, tocándose bailando y besándose a la ley del chivo. Como a las dos y media de la mañana empezó el concurso. Había 700 mil pesos para el mejor disfraz. Además 300 mil pesos en trago. Todos teníamos puestas las esperanzas en el disfraz de Cupido de Jesús. El presentador se sube al escenario. Llama a una garota. Sube un travesti con un fastuoso traje de carnaval brasileño verde, maquillada profesionalmente Dios sabe por quién. Pocos aplausos. Sube El Ángel Caído. Un travesti rubio, o rubia, con un vestido tipo baño de blanco perla. Wonder Woman, un hombre enorme de casi dos metros con el vestido de la Mujer Maravilla muy bien elaborado. <>, gritó alguien en el público. Subieron los panaderos y el gánster. De último llamaron a Cupido. La ovación general no se hizo esperar. ¡Cupido, Cupido, Cupido! <>.
Pasaron un par de canciones antes que el jurado deliberara. El anfitrión tomó el micrófono nuevamente. <> La Garota se llevó las manos a la boca en un patético remedo de Miss Universo. <> manos en el pecho y boca levemente abierta como dejando escapar una exhalación. <>. Ya Jesús empezaba a zarandear las manos en el aire y las lágrimas comenzaron a correr por las mejillas<>. El nombre ya sobraba, los demás concursantes estaban abrazando a Jesús y él lloraba y gritaba ¡gané, gané! Sus alas se habían desplegado del alma. Bailaba con todo el mundo que lo felicitaba y lo deseaba. Él quiso ser libre. Jesus is free.
JASSIR ABDALA ELJACH NORIEGA

2 comentarios:

Karin Kipke dijo...

demasiado bueno sobre todo "Penedicto 54" ke buen nombre jajajajaja

Anónimo dijo...

Fue muy divertido leerlo. De verdad, buena la crónica.