LA VERGONZOSA VEJEZ

Desde muy pequeño aprendí a temerle a la madurez gracias a un personaje irritante que he tenido que soportar en todos sus achaques pre mortuorios. Mi abuelo, es un viejo vergonzoso con ínfulas de seductor, aun cuando todos sabemos que su pene hace mucho lo espera en el cielo, se sienta en la terraza de la casa a ver pasar muchachas jóvenes con un ligero aire de nostalgia morbosa en sus ojos. Gracias a su carácter solo tiene dos amigos, sus perros. Un par de asquerosos animales que pasan detrás de un arcaico trozo de carne ladrando y persiguiendo cada objeto móvil que les cruza por el frente. Todos los días a las 5am muy en punto se despierta el longevo personaje, siempre prepara café y ahí empieza su rutina diaria de joder a quien le pase muy cerca. Las mayores batallas las tenía con mi abuela quien antes de morir era su enemigo a muerte. Nunca dormían en el mismo cuarto y se evitaban en todo momento, a la hora de un enfrentamiento mi abuela muy graciosamente le gritaba - ¡Callese huevo muerto! Y por lo general con esta frase lo único que se escuchaba en la casa eran risas. Mi madre es su segundo nemesis, aunque esta señora tiene una personalidad tan insoportable como su padre. Yomaira, mi madre, es una pesada que se la vive moviendo las cosas de su lugar y discutiendo por cada pequeña estupidez que deambule por su mente, gracias a esta fastidiosa habilidad ella y mi abuelo son tal para cual a la hora de reñir. El viejo Nando, como lo llamamos mis amigos y yo, es un anciano envuelto en una historia que lo avergüenza. Trabajaba en ECOPETROL, una importante empresa de la ciudad, le faltaban 6 años para retirarse y devengar una jugosa pensión pero un amigo le lleno la cabeza con la idea del sueño americano y el señor Nando se fue a pasar la peor vida que nunca paso, trabajar como negro para ganar como esclavo. Así que después de pasar penurias en New York regreso a su país luego de 3 años con unos pocos ahorros en el bolsillo y algunos regalos en las maletas. Con los dólares que cambio tuvo la brillante idea de montar una panadería, la cual penosamente quebró gracias a mi ayuda y la de mis amigos que nos metíamos en las noches a comernos la producción.

El viejo Nando siempre fue un cascarrabias, uno de esos ancianos que vale la pena molestar. Lo que mas le disgusta es que acaben con su principal hobbie, trapear. No hay nada que le colme más de ira que pisarle cuando esta trapeando y dejarle llena de barro una que otra baldosa. También sufre de una extraño odio por lucho, mi mejor amigo. Debe ser por la baja estatura del enano, como le llamamos a lucho, o porque siempre me apoya en las maldades que se dirigen hacia el viejo Nando.

En mi infancia el muy miserable siempre estaba dispuesto a que me castigaran con golpes cuando me portaba mal y yo siempre respondía con insultos tras cada golpe y le prometía que pagarían todo el sufrimiento que me causaban. Unos años después cuando cumplí 14 años me vengue tal cual lo venia prometiendo al verme arrinconado y ser amenazado con un cinturón por mi abuelo, no recuerdo porque me querían pegar pero recuerdo que cuando me lanzo el primer cuerazo yo le tome la mano y lo empuje con mucha fuerza hacia atrás, le dije que tuviera mucho cuidado en lo que iba a hacer y lo amenace con defenderme si me golpeaba. Ese día comenzó a respetarme. Pero no me salve de enfrentamientos posteriores.

Con el tiempo aprendí a no hacerle caso, aunque en varias ocasiones llegamos a agredirnos mutuamente. Creo que el viejito aprendió a temerme. Hoy en día su fuerza a decrecido y su oído no escucha tan bien. Es ridículo vero caminar en pantaloncillos y hasta hilarante. A veces cocinándole la comida a los perros se duerme y la comida se le quema, yo paso a la cocina y lo veo dormido entre el humo y simplemente no puedo evitar las ganas de reír.

A pesar de ser un viejo lleno de odio por dentro nunca olvidare que el día que mi abuela murió yo fui de mi cuarto a la cocina a tomar un poco de agua y lo encontré llorando, fue una experiencia rara, con lo mucho que peleaban y se repelían mutuamente esa escena me dio lastima. Ver a un ser incapaz de querer y desahuciado llorar, fue algo fuera de lo común.

El pobre anciano sabe lo que pienso de él. Lo que siento es más lástima que otra cosa, a veces pienso que ni la muerte quiere venir por él. Lo que más he aprendido es a ser paciente, vivir con esté primitivo personaje no enseña más.

Viejo mi odiado viejo, ahora ya camina lento pero sigue igual de ponzoñoso y detestable. Las personas que no lo conocen siempre me preguntan ¿Cómo puedes aborrecer a un anciano? Yo siempre les respondo lo mismo – Ve a vivir un mes en mi casa y conocerás al pobre viejecito que tratas de defender.
Si el diablo tiene un padre ese es el viejo Nando. No sé donde va a terminar este abominable personaje pero no creo que exista un Dios que lo absuelva y el mismísimo demonio no se lo llevaría al infierno por temor a ser destituido de su cargo.

Mis tías tratan de hacerlo cambiar hoy en día, pero definitivamente ellas no entienden que perro viejo no aprende nuevos trucos. La hija más parecida a él, Marisol, ya ni lo soporta. Jacqueline, la oveja negra de sus hijas lo evita aun en la distancia. Yomaira, la solterona y madre de su enemigo, lo odia y lo quiere. Viviana, la hija que aun lo mantiene, no sabe si olvidarlo o seguir pagando por su vida. Miroslava, la más balanceada y madre de mis primos, lo detesta pero no puede olvidar que es su padre y a veces lo apoya, creo que es la más hipócrita de sus hijas.

Y yo que puedo hacer, seguir aprendiendo de la familia que me toco y estar siempre agradecido de no haber terminado siendo un psicópata cualquiera. Y tal vez espero el día en que ese espectacular modelo a no seguir desaparezca totalmente de mi vida. Tal vez creo en que el mal desaparecerá de la tierra si el demonio es desterrado.

Dave Guzman